Los Suaves llenan la sala Gossip de Vila-real dentro de su gira de los 1.000 conciertos.
Os lo juro por mi vida, lo
confieso... no puedo dejar el Rock. Dicen que cuando los sueños se van, ya nada
vale, la suerte está en contra tuya y toda tu vida es pura monotonía, siempre
igual. Por suerte, todavía resuenan en mis oídos aquellos acordes... aquella
voz, triste y cansada, de un Yosi en estado puro, pletórico, exultante... tal
vez sea porque el equipo de sus amores, su atleti, había conquistado el título
de copa del rey tras imponerse a su eterno rival, el Real Madrid. Así lo
demostró y nos lo hizo recordar varias veces durante las dos horas intensas que
duró el concierto.
Hasta Vila-real que nos
desplazamos mi compadre y yo el pasado viernes 17 de mayo, San Pascual Bailón
(o San Francisco Express, que también queda bien), patrón de la ciudad. Por una
vez en la vida pensé que la noche iba a ser distinta y así fue, tanto como el
concierto de Los Suaves, que empezó a las 00:30 horas, después de que las
puertas de la sala Gossip abrieran a las 23:00 h. Una vez dentro, pudimos
comprobar que la sala no era muy grande, pero sí muy acogedora, recibiendo a
los gatunos que poco a poco se adentraban en ella hasta alcanzar las 700
personas que se dieron cita aproximadamente. La temperatura en la sala ascendía
cada vez más con el paso de los minutos, tanto que el sudor en el cuerpo era
una realidad, sobre todo si ibas abrigado, como yo. ¡Maldita sea mi suerte!
Menos mal que después ya corría el aire en el interior de la sala y se pudo
hacer más llevadera la estancia.
Hay canciones que nunca pueden
faltar y, de hecho, nunca faltan en un concierto de Los Suaves, como ‘Palabras
para Julia’, ‘Dolores se llamaba Lola’, ‘¿Sabes? Phill Lynot murió’ o ‘El
afilador’, que hicieron enloquecer al público asistente. Dentro de la veintena
de canciones que se marcaron, que no es poco, eché de menos algún tema que otro
como ‘Si pudiera’ o mi preferida ‘Malas noticias’. Aún así, pude disfrutar de
algunas canciones que jamás había escuchado en directo y con las que nos lo
pasamos en grande, como son ‘La ciudad se llama perdición’, ‘Llegaste hasta mí’
o ‘Peligrosa maría’, con un Yosi juguetón y regocijado en todo momento, sin
parar de hacer las bromas y burlas de turno tanto al público como a los demás
miembros del grupo.
El concierto llegaba a su fin, se
veía venir. En estos casos, cuando la música termina, lo mejor que puede hacer
uno es no parar de aplaudir, sonriente y cegado por los focos de la luz, y
rendirse ante los pies de unos mártires del Rock & Roll como son Los
Suaves, uno de los grupos de rock más grandes que han existido y existirán
sobre la faz de la tierra.
Salimos de la sala a las 02:33 h.
Toda una madrugada, fría y apagada, nos quedaba por delante hasta que saliera
el primer tren de regreso a casa, así que tocaba hacer un poco de Pardao.
Mientras, las horas en procesión pasaban lentas, despacio, como un segundo en
el reloj de dios. La noche se muere, se estaba cayendo, casi como nosotros,
que, como dos niños pequeños, vimos brillar las estrellas como nunca o... tal
vez, ¿quién sabe? nos trajimos una con nosotros esa misma noche (mil gracias,
Charly).
Son tantos los recuerdos que
guardo en la memoria y en el corazón de aquella noche suave y larga madrugada
por las calles de aquella ciudad llamada perdición que parece que aún fue ayer.
Tantas horas deambulando por ahí, perdidos en la sucia soledad, ahogando la
fría noche después de volver a disfrutar de un concierto de Los Suaves fue,
sinceramente, un dulce castigo.
A las 6:55 h. cogimos el tren. Ya
nos vamos. Era hora de dormir.
EL COMPADRE WILLY